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Ansiedad y obesidad

ansiedad y obesidad

La relación entre ansiedad y obesidad está quedando más que demostrada con los últimos avances científicos.

El causante de esta relación viene de la hormona presente en las fases de estrés y ansiedad: el cortisol.

En esta relación entre ansiedad y obesidad se da un círculo vicioso que dificulta mucho los objetivos de los que quieren perder peso: la sensación de ansiedad y estrés conlleva el aumento de cortisol. El cortisol favorece el riesgo de obesidad y sobrepeso. Una dieta severa baja en calorías supone un estresor para el organismo que reacciona segregando más cortisol. Este cortisol dificulta la pérdida de peso. Así, el círculo se completa y se complica en una espiral en el tiempo que se puede ver alimentada por prácticas agresivas de ejercicio, que también son generadoras naturales de estrés y, por lo tanto, de cortisol. Con todo ello, una actitud bienintencionada y sacrificada en pro de la pérdida de peso, puede estar fomentando a la larga el aumento de peso.

La solución pasa por ponerse en manos de profesionales de la nutrición para que pauten y estructuren esa pérdida de peso de la forma más amigable y suave para el organismo. Al mismo tiempo, el plan de actividad física que se proponga tendrá que ser sensato y controlado.

Avances en investigación sobre ansiedad y obesidad

Es mucho el conocimiento acumulado en lo que se refiere a la asociación entre ansiedad y obesidad, tanto en modelos animales como humanos.

En experimentos con animales se ha comprobado cómo el estrés moderado y severo reduce la ingesta de alimentos, pero factores estresantes leves y crónicos se asocian con una ingesta mayor de alimentos.

Se ha demostrado en personas que si administramos de forma artificial las hormonas relacionadas con el estrés, entonces aumenta la ingesta de alimentos.

En general, las personas informan que comen más cuando aumenta su sensación de estrés, excepto si el estrés es muy agudo.

Estudios de resonancia magnética funcional demuestran que la sensibilidad de los circuitos cerebrales de recompensa de alimentos es menor durante las fases de estrés, pero con un cambio hacia alimentos más apetecibles y los antojos. Estos últimos suelen ser altamente calóricos.

¿Por qué se da la asociación ansiedad y obesidad?

Porque una exposición a un estresor, ya sea fisiológico o psicológico activa el circuito del estrés. Este circuito, que llamamos el eje HPA, termina entre otras cosas con la producción de la hormona cortisol, propia del estrés.

Fases largas de estrés generan niveles crónicos de cortisol elevado que promueve la obesidad a través de su efecto sobre la acumulación de grasa. Hay que tener en cuenta que la presencia del cortisol esta mediada por receptores de glucocorticoides (como el cortisol) que están distribuidos en gran número en el tejido graso del organismo, en la zona visceral sobretodo. En presencia de la insulina, el cortisol promueve la acumulación y retención de grasa en forma de triglicéridos en la grasa visceral, lo que aumenta el perímetro abdominal, el “Michelin”, para entendernos. Esto está demostrado tanto en estudios con humanos como en animales.

Últimamente están apareciendo estudios que miden la presencia de cortisol en cabello, para ello se toman muestras de la zona capilar más próxima a la raíz, por ser la más próxima en el tiempo, y se correlaciona con los datos sobre estresores vitales que aportan las personas investigadas. Los resultados de estas investigaciones proporcionan evidencia consistente acerca de que la exposición a largo plazo a niveles altos de la hormona cortisol durante varios meses se asocia, de forma contrastada, con niveles más altos de adiposidad y acumulación de grasa abdominal.

El cortisol medido en el área capilar ofrece una medida sencilla y de obtención económica y fiable para evaluar sus efectos en el sobrepeso. Estas técnicas están ayudando mucho a ayudar en la comprensión en esta área y, al mismo tiempo, sugieren líneas de intervención hacia el combate de la obesidad.

Si realmente la presencia de cortisol en cantidades elevadas y de forma crónica es un predictor de obesidad, entonces será una muy buena idea controlar su presencia en aquellos programas que pretendan la pérdida de peso. Al mismo tiempo, se desprende la conclusión apuntada arriba de que si sometemos al organismo a estrés descontrolado, por privaciones y esfuerzos importantes, entonces quizá estemos complicando la pérdida de peso y preparando, al mismo tiempo, su recuperación a corto plazo.

La relación entre ansiedad y obesidad es bastante frecuente, conocemos su mecanismo y sabemos cómo frenarlo, por lo tanto, ante determinados estilos de vida que promueven el estrés crónico como forma natural de estar en el mundo, es bueno preocuparse un poco, buscar consejo y, como siempre, no esperar a estar en una fase preocupante para revertir el sobrepeso.

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