Salud

Enfermedades cardiovasculares y ansiedad, depresión y estrés

Estrés y enfermedades cardiovasculares

La influencia psicológica en las enfermedades cardiovasculares está sobradamente demostrada. En este post se analizan los tres problemas psicológicos más comunes de nuestra sociedad, así como su impacto en lo que es el problema de salud más común en los adultos occidentales.

Depresión

La depresión es un trastorno del estado de ánimo que por sí mismo expone a quienes la padecen a manifestar patologías coronarias ateroscleróticas con suma frecuencia.

El hecho de haber sufrido un infarto cambia la vida de quienes lo padecen en el sentido de que deben enfrentarse a una constante privación de usos y costumbres. Al mismo tiempo, el riesgo de recurrencias está siempre presente, lo cual obliga a replantearse muchos comportamientos.

Todo ello nos lleva a la realidad de que entre un cuarto y un tercio de los infartados presenta ansiedad o depresión. Esta cifra supone el triple de lo que se considera normal en la población general. Estos trastornos empeoran claramente la calidad de vida de quienes los padecen.

De esas personas, la mitad aproximadamente tienden a la remisión total de su estado de ánimo deprimido tras su tratamiento cardiológico, sin tratamiento específico para la depresión. Este detalle nos hace ver lo importante de la interrelación de estos problemas.

La otra mitad mejora con los meses o años, pero nunca termina de recuperarse del todo. Estos pacientes deben someterse a psicoterapia. Hoy en día contamos con terapias cortas y efectivas al alcance de cualquiera.

En cuanto a la efectividad de la psicoterapia, diversas revisiones se han empeñado en demostrar que es capaz de reducir la mortalidad de los infartados. Los resultados nunca han sido concluyentes, aunque sí está bien establecido que la psicoterapia es muy efectiva en su cometido: solucionar los problemas de ansiedad y depresión. Pretender ir más allá requiere de mejores estudios.

Ansiedad

Quienes padecen de ansiedad saben qué es pasarlo realmente mal. La ansiedad es un importante factor de riesgo para quienes padecen enfermedades cardiovasculares. Estas personas son especialmente resistentes a cambiar sus hábitos de vida, lo que los hace muy difíciles en clínica.

De las personas que padecen un infarto, entre el 20 y el 30% sufren ansiedad. Por otro lado, esta ansiedad es un factor que complica el pronóstico a largo plazo. La parte positiva de estos pacientes es que su actitud temerosa les hace estar alerta respecto a su salud, no así en los depresivos.

Muchos pacientes desplazan la emocionalidad negativa hacia otras áreas de su mundo psicológico, de modo que sus relaciones interpersonales se suelen resentir. En estos casos, los principales perjudicados son quienes les rodean. Muchos ansiosos niegan el motivo real de su ansiedad y lo desplazan hacia otros asuntos más manejables para ellos.

Estrés

Entendemos por estrés la situación que se produce cuando un evento psicológico supera nuestros recursos para afrontarlo. Esta situación puede ser objetiva y no supone ninguna debilidad. Los problemas económicos reales, las situaciones de acoso, los factores de salud desfavorables propios o de los seres queridos, son ejemplo de situaciones claramente estresantes que superan de alguna manera los recursos de cualquiera. Las enfermedades cardiovasculares pueden provocar momentos muy críticos en la vida de una persona, a partir de esos momentos se puede generar un estrés crónico en todo lo referido a la salud.

De todas las situaciones de estrés, la que más repercusiones tiene para las enfermedades cardiovasculares es el estrés crónico. Los programas que se han puesto en marcha para gestionarlo han mostrado una reducción de eventos isquémicos indeseados. Entre los motivos de estrés crónico con más repercusión en la salud encontramos el desempleo, las separaciones y divorcios, los traumas infantiles y el desarrollo de enfermedades graves.

Un 12% de pacientes afectados por un infarto termina desarrollando un trastorno por estrés postraumático.

El estrés aumenta la actividad del sistema nervioso simpático, con niveles mayores de noradrenalina, lo que aumenta la frecuencia cardíaca en reposo, disminuye la variabilidad cardíaca (algo que siempre es nocivo), y provoca disfunciones en los barorreceptores, que son los que controlan la presión sanguínea.

El estrés también provoca una mayor recirculación de hormonas diabetógenas como el cortisol y la adrenalina. Al mismo tiempo disminuye las hormonas sexuales y las del crecimiento. Promueve el aumento de grasa corporal visceral, lo que se asocia a inflamación crónica e insulinorresistencia.

Los pacientes deprimidos presentan una mayor distribución de moléculas proinflamatorias y protrombóticas, así como una mayor incidencia de disfunción endotelial.

Los sistemas endocrino, nervioso e inmunológico trabajan en coordinación y se influyen en todo momento entre ellos. Estos sistemas son los que regulan la homeostasis y en condiciones de gran activación son los que alteran la regulación del flujo sanguíneo coronario, con lo que hacen progresar la aterosclerosis y sus complicaciones derivadas de la inflamación crónica, del desequilibrio hormonal y de la activación de las plaquetas y la coagulación.

Conclusión

En conclusión, una vida sana comienza por mantener a raya los síntomas de ansiedad, depresión o estrés. Estos son los trastornos más comunes que encontramos en muchas personas en diverso grado.

Todo aquel que quiera cuidarse debe empezar por controlar estos factores tan desestabilizantes de nuestra salud. Existen técnicas adecuadas para ello, como la práctica del mindfulness, los ejercicios de visualización o el entrenamiento autógeno, por ejemplo. Son técnicas que no tienen efectos secundarios y que tu cuerpo y tu mente agradecerán.

Vivimos la vida de una forma muy acelerada. Al final, si nos paramos a pensarlo, la mitad de cosas que hacemos de ese modo tan atolondrado se podría haber hecho de otra forma o, lo más lamentable, ni siquiera habría hecho falta hacerlas. Vista la vida con perspectiva, son muchas las cosas que podemos cambiar para estar bien. Falta tener serenidad para descubrirlas y habilidad para cambiarlas. ¿Opinas lo mismo?

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