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Fundamentos del entrenamiento autógeno de Schultz

Entrenamiento autógeno de Schultz

Es importante conocer los mecanismos del entrenamiento autógeno de Schultz para poder sacar el máximo partido a la práctica de esta valiosa técnica de relajación. Si prefieres probar la técnica en sí, antes de leer su fundamentación, entonces te recomiendo empezar a leer primero cómo practicar el entrenamiento autógeno paso a paso, de esta forma irás directamente a la práctica y, si quieres, podrás volver para entender el fundamento de toda la técnica.

Los inicios del entrenamiento autógeno podemos fijarlos en investigaciones que datan de los inicios del siglo XX. Investigadores dedicados a estudiar los fenómenos hipnóticos ya llegaron a trabajar en sus diferentes fases. No obstante, fue el neuropsiquiatra alemán Johannes Heinrich Schultz quien acabó dando forma al conjunto de la técnica.

El propósito de Schultz fue crear una técnica en la que el paciente no dependiese del terapeuta, como sucede con la hipnosis.

Hoy en día hay quien fundamenta su trabajo en psicoterapia en esta técnica. Al parecer se utiliza con éxito para tratar alteraciones de las llamadas psicosomáticas, así como estados postraumáticos.

Con la práctica los pacientes avanzan poco a poco en la consecución de las fases y, de este modo, logran niveles de relajación cada vez más profundas. Por esta razón se le llama entrenamiento, porque sin práctica y perseverancia la técnica en sí no ofrece todo su potencial.

En la actualidad el entrenamiento autógeno de Schultz se emplea como un componente valioso en procesos de psicoterapia. En este contexto se puede combinar con biofeedback, con hipnosis, mindfulness, ejercicios de visualización y terapias cognitivas.

Bases neurofisiológicas del entrenamiento autógeno de Schultz

Por simplificar podemos considerar que en la zona del diencéfalo existen dos zonas diferenciadas por su función:

la parte posterior del hipotálamo y parte del mesencéfalo y romboencéfalo que se relacionan con la excitación general y con la actividad del sistema nervioso simpático. Esta zona se activa por las señales propioceptivas que llegan procedentes de la musculatura estriada.

La zona del hipotálamo anterior con la zona preótica y supraótica, así como el septum. Esta zona está relacionada con la recuperación y la eliminación. La reducción de estímulos aferentes disminuye la actividad de las áreas activadoras dejando que se expresen estas zonas de la recuperación.

Realmente, aunque fijemos nuestra atención en la relajación de los miembros, el efecto se generaliza a todo el cuerpo.

La explicación al aumento de la temperatura de los dedos no es otra que el aumento de la circulación sanguínea en las extremidades. La disminución de la actividad del sistema nervioso simpático logra aumentar este flujo circulatorio. Se han medido aumentos de hasta 2 grados en estudios controlados.

La frecuencia cardíaca llega a disminuir hasta en un 25% según datos experimentales. Como curiosidad cabe apuntar que la fórmula para lograr estos descensos tan grandes no es imaginar que el corazón late despacio, sino que supone pensar que late “tranquilo y regular”.

La frecuencia respiratoria también disminuye de promedio un 15% con aumentos de las fases inspiratoria y espiratoria. Si estas fases son más largas, hay menos por minuto, de ahí el descenso de la frecuencia.

El aumento de la resistencia eléctrica de la piel se ha demostrado a partir de los 5 minutos de la práctica del entrenamiento autógeno.

En cuanto al encefalograma, encontramos un aumento de las ondas alfa (patrón de relajación) durante el estado autógeno.

A nivel subjetivo los practicantes refieren un estado de bienestar generalizado que persiste hasta unas horas después de la práctica y mayor capacidad perceptiva de los estados internos. Es por ello que obsesivos e hipocondríacos deben tener cuidado con entrenar estas capacidades.

Cada fase del entrenamiento se centra en unas variables fisiológicas, pero es quizá la primera la que provoca un cambio importante que facilita el estado de relajación. La fase tres también es muy importante, pero es algo complicada para muchos practicantes.

Condiciones ambientales para la práctica

Evidentemente buscaremos las condiciones que favorezcan la relajación autógena. Encontraremos para ello un lugar tranquilo y libre de interrupciones. Procuraremos las mínimas distracciones ambientales. No se trata de aceptar el presente sin juzgarlo como en mindfulness. Aquí se trata de que el presente no nos complique la práctica y que podamos concentrarnos activamente en nuestro trabajo mental. Esta es la diferencia con la atención plena.

La postura debe ser la que menos tensión muscular implique. Los ojos deberán estar cerrados, lo que facilitará la aparición de las ondas alfa. El estado de ánimo debe ser neutro o plácido.

Si vamos a empezar la práctica y no tenemos mucha experiencia, entonces vigilaremos nuestro estado emocional y estado de preocupaciones. Si no nos encontramos bien en este sentido es mejor postponer el ejercicio. Más adelante, cuando tengamos experiencia, podremos practicar independientemente de nuestro estado de tensión emocional.

Conclusiones

La finalidad de la técnica va en la línea de desactivar la actividad del sistema nervioso simpático para favorecer la del parasimpático. Todos los marcadores fisiológicos que se han reseñado no son más que manifestaciones de este hecho. Es fácil, por tanto, monitorizarse para controlar el éxito en la práctica si detectamos estos cambios evidentes en nuestra propiocepción.

La técnica no es para impacientes. Diversas investigaciones fijan un mínimo de práctica constante de 6 mese para obtener beneficios. En nuestra sociedad acelerada, en la que el tiempo es oro, hay que tener auténtica fe en los resultados de la técnica para practicarla durante medio año para lograr sus beneficios. La parte buena es que el ejercicio no suele durar más de 15 minutos en practicantes experimentados. La actitud positiva y decidida de emprender este camino ya es, de por sí, un importante factor de autocuidado y de responsabilidad para con uno mismo que asegura el éxito.

Esta técnica, a diferencia de otros métodos que emplean la concentración, es exigente con la actividad mental requerida. Supone repetirse fórmulas, imaginar cambios, esperar estados específicos (temperatura, peso, etc.), y otros elementos que la hacen más accesible a quienes no son capaces de entrar en actividades como la meditación. Los meditadores se centran en el momento presente sintiéndolo sin juzgarlo. El entrenamiento autógeno persigue, al contrario, estados finales concretos.

Los seguidores del entrenamiento autógeno de Schultz fomentan lo que llaman la concentración pasiva, un estado de atención focalizada en metas que supone focalizar la conciencia para ampliarla. Afirman que supone aceptar todo lo que aparezca en la conciencia sin rechazar nada, ni perseguir nada. Pero siempre orientado a la consecución de una tarea. Por pocas vueltas que le demos vemos que es un concepto algo confuso y contradictorio.

Es una técnica que supone repetirse mentalmente fórmulas a modo de mantra o de autoinstrucciones, algo que recuerda remotamente al estilo de autosugestiones de Émile Coué. En esto no es nuevo. Ninguno de sus ingredientes lo es, de hecho, los podemos encontrar en el contexto de muchos otros sistemas de control mental. Lo que es original es su combinación y secuenciación en un sistema propio de entrenamiento mental.

En definitiva, es una práctica exigente, que ha ayudado a mucha gente y que se sigue empleando hoy en día en el contexto de muchas psicoterapias con éxito. No es una práctica para curiosear y dejarlo.

Te invito a practicar la técnica para que puedas beneficiarte de sus resultados en el post sobre cómo practicar el entrenamiento autógeno paso a paso.

Espero tus vivencias, sensaciones y comentarios.

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