El concepto de defusión es relativamente nuevo y pertenece al ámbito de la terapia de aceptación y compromiso.
¿Qué es la defusión cognitiva?
Entendemos por defusión cognitiva la acción deliberada que tiene como fin experimentar las funciones cognitivas tales como pensamientos, emociones, sensaciones, etc, de un modo no controlado y sin modificar su curso o su tendencia. La forma de hacerlo es transformando la forma en que se viven los fenómenos cognitivos. Un modo de conseguirlo puede ser, por ejemplo, dotar a un pensamiento de un color o forma para verlo como una cosa ajena y distante. Se puede hacer repitiendo palabras o pensamientos de forma intencionada hasta que pierdan su sentido. Si repetimos mentalmente una y otra vez la palabra casa, al final pierde su sentido y se convierte en un simple sonido mental.
La idea de tomar distancia con la actividad mental es lograr superar la identificación con el pensamiento y desproveerlo de sentido inmediato. Es muy diferente pensar que tengo una grave enfermedad a pensar que estoy volviendo a pensar en el hecho de que tengo una grave enfermedad.
El objetivo de la defusión no es combatir los pensamientos y su contenido. Esa es la meta de una reestructuración cognitiva y pertenece al núcleo duro de las técnicas de la psicología cognitiva tradicional. Por el contrario, el fin de la defusión no es otro que cambiar la función de la actividad mental para sustituir el efecto que provoca en la sensación consciente.
En definitiva, una cosa es vivir como realidad incuestionable lo que se representa en la mente y otra es ser consciente de la propia representación mental mientras se atiende al aquí y ahora.
Vemos que hay una relación muy estrecha entre estos conceptos y el mindfulness. De hecho, los instructores de defusión planean el beneficio de observación de la mente con curiosidad desapasionada, algo muy difícil de distinguir de la actitud mindfulness.
Si entendemos que una fusión mental supone la equivalencia de las representaciones mentales con los hechos que representan (nos acordamos aquí de Korzybski y su semántica general cuando nos insistía que «el mapa no es el territorio»), la defusión supone una desvinculación del hecho con su representación interior. No estoy mal, sino que estoy pensando que estoy mal. Es muy diferente.
En nuestra vida diaria es un hecho que todos nos fusionamos con soluciones aprendidas que no cuestionamos. En este contexto cotidiano la defusión nos puede ayudar a replantearnos nuestros caminos y atajos para encontrar mejores soluciones a nuestros problemas o inquietudes.
En resumen, podemos considerar la defusión como una operación mental activa y deliberada para cambiar el sentido de nuestros fenómenos cognitivos más íntimos. No es lo mismo atemorizarse por los pensamientos que pensar que estamos teniendo pensamientos que nos provocan la emoción de miedo. El salto es muy importante y cualitativamente muy saludable.
La crítica a la defusión viene de las similitudes y solapamientos que esta técnica tiene con la actitud mindfulness. Es un hecho que esto es así, aunque la defusión se emplea normalmente en el contexto de la terapia de aceptación y compromiso, que aparte de esta forma de trabajar, maneja otras herramientas complementarias sumamente interesantes.